La canción Corrido de la Defensa Social de Valparaíso de Dominio Público es clasificada como una asombrosa melodía que hace cantar hasta al más tímido y que amuebla el tímpano de la mejor manera con cortes tan fantásticos, sin pensar es una canción prefecta para disfrutar.
Y dice...
Año de mil novecientos
y dieciocho al terminar,
éstas son las mañanitas
de la Defensa Social.
Estaban todos contentos
y con ganas de pelear,
no sabiendo que su valle
se los habían de quemar.
El día dieciocho de mayo
la desgracia sucedió,
entrando los faldillones,
Valparaíso se quemó.
-¡No se acobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
En el fortín del Mercado
había gente singular,
a ese Pascual El Guayabo
no dejaré de admirar.
En el círculo de obreros
el viejito don Sabino
le decía a Jesús del Hoyo:
-¡Véndamos tantito vino!
Catarino Argomaniz
gritaba con mucho empeño:
-¡que se cierren las cantinas,
o si no, nos vence el sueño!
-¡No se acobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
Gritaba Joaquín Carranza:
-Carmen Bazán, ¿cómo ve?
-Lo que yo creo que nos falta
son las escoltas de a pie.
Al señor don Rigoberto,
no siendo nuestro paisano,
tuvimos que agradecer
que dio bonito la mano.
Y don Jesús Talamantes,
que es un hombre tan prudente,
nadie me podría negar
que es arrojado y valiente.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
Y si hablamos de valientes,
no nos hemos de olvidar
de que Baudelio Cifuentes
no se cansó de pelear.
También Enrique Gallegos
es muchacho de valor;
pero si al Güero Fidencio
no se le pide un favor.
Y de Vicente Ramírez
tuvimos que comprender
que nomás toca el piano,
también se sabe meter.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
De Tomás Pérez gritaba:
-que habrá la carnicería
y preparen unas pulpas,
no he en comido todo el día.
También el pobre Santitos,
corriendo no tenía fin;
buscándole los "changuitos"
al amo don Agustín.
Ese Valentín Bañuelos,
muchacho de gran valor,
herido perdió dos días
y dos noches con tesón.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
Julio es un hombre callado
y es valiente por los cielos,
es una raza de leones,
esa familia Bañuelos.
Decía Tolano Gallegos:
-ya me brinca el corazón,
apenas tengo doce años
y ya mate un faldillón.
Decía Juanito Perales:
-Manuel luna, ¿cómo haremos?
evacuaremos la plaza,
si no, aquí nos quemaremos.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
Decía don Julián palacios:
-No vale ser buen empleado,
yo sí que vine por lana
para salir tranquilizado.
Decía don Pedro Trujillo:
-Señores, aquí ¿qué haremos?
Si seguimos en la iglesia,
de hambre y de ser nos moriremos.
Decía Francisco Ramírez:
-a ver qué plan les formamos;
si a las tres no se retiran,
muy silencitos nos vamos.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
Y contestó don Fidencio:
-eso sí no puede ser,
si abandonamos el templo
la gente va a parecer.
El señor Miguel Trujillo
hizo en voz alta oración:
-¡encargamos las familias,
Purísima Concepción!
A Miguel Trujillo chico
es hombre que no se altera;
salió por entre las llamas,
con su arma y su cartuchera.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
Decía a José Trujillo:
-¿te vestimos de mujer?
-No, muchachos, no me vistan,
así no puedo correr.
Gritaba don Pedro Nava,
bajándose del fortín:
-No me deje sin caballo,
amigo don Agustín.
A don Agustín del Hoyo,
hombre de todos querido,
mucho le dolió dejar
aquel muchacho dormido.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
Y don Herminio Ramírez
al salirse de encamina,
y estando herido, no pudo
sacarse la mandolina.
Los dos hermanos Acosta,
don Pedro y don Tranquilino,
demostraron su valor
y no probaron el vino.
Epigmenio Talamantes,
joven valiente y callado,
corriendo escoltaba al pueblo
con su rifle bien cargado.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
El señor don Rafael Torres,
que era nuestro presidente,
tuvo que evacuar la plaza
obligado por la gente.
Decía el señor Presidente:
-No es por falta de valor;
nos ganaron con cautela
y perdimos con honor.
Eran cien los defensores,
los otros mil ochocientos;
pero venían taladrando
y haciendo horrores cincuenta.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
A cuatro de la mañana,
silencios fueron saliendo,
pues no pudieron estar
en los fortines ardiendo.
Vuelen, palomitas del Valle,
párence en aquel juncal,
y canten las mañanitas
de la Defensa Social.
-¡No se a cobarden!
-Gritaba Alfredo-,
y que muera el miedo!
Y tomemos el ejemplo
de nuestro jefe Cordero.
Fin
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